Aunque muy criticada, la medida de Sarkozy me parece muy interesante. No es muy creativa, aunque creo que puede ser bastante efectista si se produce una reinversión adecuada de los ingresos (por ejemplo, en proyectos de I+D en materia de energías renovables).
Si se hace bien, el lema, el que contamina paga, me parece muy acertado, siempre que se enfoque y se doten de las herramientas adecuadas, hacia una reducción de las emisiones de sustancias contaminantes.
Muchas empresas, sobretodo las grandes, tienen estrategias medioambientales de ahorro y eficiencia energética, pero pocas señalan a los que no las cumplen. Desde pymesyautonomos se aventuran a hacernos ver cómo serían estas medidas:
Obviamente, antes de pasar a gravar los comportamientos contaminantes entre nuestros empleados, hay queponer en marcha un conjunto de medidas ecológicas básicas. Todos conocemos estas acciones, aunque nunca viene mal recordarlas: ahorro de energía, consumo eficiente, reciclaje, gestión de residuos, etc.
Con estas medidas en marcha, la puesta en marcha de un “impuesto medioambiental interno” puede realizarse a nivel de empresa o a nivel de empleado. Es más sencillo implementar un plan global para limitar o compensar nuestras emisiones. Para ello, tenemos que calcular el volumen de nuestras emisiones. Esto puede hacerse utilizando webs como ceroCO2. Con este valor, podemos implementar un plan de reforestación, plantando un número de árboles equivalente a las emisiones que generamos.
Aunque es más complejo, también se puede gravar la actuación individual de los empleados. Este tipo de medidas iría orientada a castigar económicamente a los empleados más contaminantes. Por ejemplo, cada vez que un empleado deje de utilizar los cubos de reciclaje de papel, no apague la pantalla de su equipo o se olvide de apagar las luces, 20 c a la hucha. Lo recaudado iría a un fondo medioambiental como el que hemos mencionado en el párrafo anterior.
Este tipo de gravamen interno, además de los beneficios que ofrece desde el punto de vista ecológico, puede ser una fuente excelente de publicidad (semi)gratuita. Por un lado, cuando comercialicemos nuestros servicios (por ejemplo, a través de nuestra web), podemos incluir información sobre nuestras acciones verdes. Después de todo, una cosa es decir que se comulga con el medio ambiente y otra es rascarse el bolsillo para ello. Por otro lado, podemos vender este tipo de medidas a través de visitas a nuestra empresa, desde la clásica clase de colegio hasta un grupo de estudiantes en escuelas de empresa.
Vía: pymesyautonomos
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